
Ante una ofensa
Nos atacan, nos ofenden. Tenemos miedo. Nos cerramos; nos sentimos separados del mundo. Víctimas de algo injusto, impotentes.
Desde allí podemos tomar la situación de varias maneras diferentes.
A – Reaccionamos:
Reaccionar a la ofensa, es seguir esclavizado/a a la situación. Es responder, desde fuera, desde algo externo a nosotros. Es prescindir de nuestro poder, es quedarnos anulados.. Es depender!.
Pensemos bien. ¿Nos sobreponemos y sacamos nuestras fuerzas para aprender algo nuevo de todo esto o preferimos echar la culpa fuera, enrabiados y mostrando al mundo nuestra desgracia?.
En primer lugar, nunca debemos tomarnos nada a nivel personal. Cada persona con la que interactuamos en nuestra vida, responde a unas coordenadas que la hacen única. Yo lo entiendo como si cada una de las personas tuviera “su propio idioma” o programa. Por tanto, sólo van a poder hablar o incluso actuar desde ese idioma y eso, si lo comprendemos, nunca nos evitará sentirnos ofendidos o dañados de la misma manera. No tienen otro idioma. No pueden o no saben… o no quieren!.
Es su historia, no la nuestra, al final, tan sólo nos toca comprenderlo, respetarlo y soltarlo!!.
B – Respondemos actuando o hablando desde nuestra propia realidad:
De esta manera tendremos muchas ventajas; la primera de ellas es poder elegir nuestro propio idioma, eso es, dejar de juzgar si el/lo otro es bueno, malo o regular para poner toda la atención y energía en uno mismo.
Es fundamental tratarse con respeto y no dañarse ni ensuciarse con todas esas emociones de impotencia, bloqueantes y tóxicas de la ofensa recibida, para elegir desde nuestra satisfacción y tranquilidad la mejor respuesta.
A lo mejor necesitaremos un tiempo que nos permita contar a tres, antes de responder … o quién sabe si a trescientos mil…. pero atención en no distraerse con los “cómos” y “porqués” del otro, para centrarnos en el cultivo hacia nosotros!.
En esta opción seremos independientes, haciendo uso de nuestra adultez, de nuestros recursos.
Es interesante reconocer que las situaciones de la vida que más nos apartaron de nuestra área de confort, más nos permitieron crecer y crear nuevos recursos. Vale la pena darse cuenta de esto y agradecerlo, por duro que haya sido.